Queridos glotones!
Siento la inactividad de los últimos días, pero por razones que no vienen al caso no he podido colgar comentarios sobre algunos de los restaurantes en los que he estado últimamente (los iré colgando próximamente, para ponerme cuanto antes al día).
Sin más preámbulos os cuento que anoche estuve en La Gamella, nombre tomado del castellano más histórico y que significa tronco vaciado de un árbol o, más referido al mundo de la gastronomía, en algunas zonas de Castilla "La Vieja", el cuenco donde se picaba la carne para hacer los chorizos en la matanza.
Y lo cierto es que el nombre tiene que ver bastante con el restaurante en el hecho de que se encuentra en una zona muy asentada, como la calle Alfonso XII, pero no tanto en cuanto a la cocina, que supera con mucho los tintes históricos, para ser, sin duda, una cocina creativa y con una altísima calidad.
En nuestro caso, ayer, probamos un par de entrantes. El primero de ellos, la tosta de sardinas maceradas con tomate y alioli de aguacate, simplemente espectacular:
Las sardinas, aparte de una calidad enorme, estaban maceradas en vinagre y perfectamente acompañadas de un alioli muy muy suave y un poquito de tomate.
Aquí uno de los primeros detalles de un servicio muy cuidado, y es que como la pedimos para compartir, ya nos la sirvieron emplatada en dos platos distintos, evitando "destrozos" a la hora de dividir.
El segundo de los entrantes, la parrillada de verduras con mozarella y aceite de aguacate
... también bastante bueno y servido igualmente ya en dos platos diferentes.
Y llegamos a los principales, todo un acierto sin duda:
El primero de ellos, el tartar de atún estilo oriental, muy rico, y con un ligero toque de sésamo, reconocible en el primer bocado, acompañado por una mayonesa muy suave y sus tostitas de pan.
El segundo, y quizá el mejor de los dos, una innovación del chef: steak tartar al Jack Daniels. La verdad es que la mezcla de su dulce con el sabor de la mostaza, dejaba un sabor exquisito. Por poner algún pero al plato, las patatas fritas que lo acompañaban son absolutamente prescindibles, y de hecho, allí se quedaron, ya que un plato tan elaborado quizá no case bien con algo tan habitual como son las patatas fritas (ojo, sin malentendidos, porque soy el fan número uno de las patatas fritas).
El vino para regar todo esto, un Martivilli de Rueda, que me trae muy buenos recuerdos de algunas buenas noches en Barcelona (será por eso por lo que dicen que no hay buenos vinos, sino buenas ocasiones?) y que siempre es un valor seguro por el que apostar.
Y el postre...
Pese a que nos quedamos con las ganas del mojito con chocolate blanco (ya no había), el melón con helado de limón y un toque de miel, también estaba bueno.
En definitiva, una cena de mucha calidad y en buena compañía, con un servicio a la altura y un pequeño pero, eso sí, en el demasiado ruido que había, por lo menos anoche, aunque ya se sabe que el ambiente puede variar mucho de una noche a otra dependiendo de quiénes sean los comensales.
Que ustedes lo disfruten...
Por cierto, aquí la ficha, que una amiga me ha recomendado cambiar de aspecto (espero que esta os guste más).
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